En México, la confianza en la justicia no se gana con discursos ni promesas.
- Francisco Javier Gaytán Cruz

- 7 nov
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En México, la confianza en la justicia no se gana con discursos ni promesas.
Se construye día a día, en los tribunales, con cada audiencia que respeta el procedimiento y con cada abogado que decide actuar conforme a la ley, incluso cuando hacerlo no es lo más conveniente.
El debido proceso no es una formalidad técnica; es la garantía de que el poder no se ejerce sin límites. Es el marco que impide que el castigo se imponga sin prueba, que el juicio se vuelva persecución, o que la verdad se distorsione por la prisa mediática o el interés político.
Cuando las instituciones ignoran los pasos que la ley exige, el sistema se resquebraja.
Y cuando los abogados lo permitimos, traicionamos la esencia misma del Derecho Penal: la búsqueda de justicia bajo el principio de legalidad.
La sociedad solo puede creer en la justicia si ve que el procedimiento es respetado para todos, no solo para unos cuantos.
Porque el verdadero Estado de Derecho no se mide por las sentencias, sino por la forma en que se llega a ellas.
En México, la confianza en la justicia no se gana con discursos ni promesas.



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