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Identidad y dignidad en juego

  • Foto del escritor: Francisco Javier Gaytán Cruz
    Francisco Javier Gaytán Cruz
  • hace 2 días
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: hace 2 días

Detrás de cada número de expediente hay una persona. Una historia. Una vida que, una vez ingresada al sistema penitenciario, empieza a borrarse. La dignidad se vuelve un lujo que pocos pueden conservar.

Carcel

He visto reacciones muy distintas. Algunos, desde la cárcel, desarrollan habilidades que ni sabían que tenían. Se fortalecen. Pero también he visto a muchos perderlo todo: autoestima, confianza, energía. Ahí es donde el trabajo del abogado se transforma. Ya no solo se trata de estrategias jurídicas: hay que sostenerlos, motivarlos, acompañarlos, incluso en los días más oscuros.

Porque el sistema es brutal. Y cuando digo brutal, no es una metáfora. Es cuestión de tiempo para que el trato institucional acabe con cualquiera.

Nuestra labor como defensores penales no puede limitarse a los códigos. Hay que pelear por la dignidad del justiciable, incluso cuando las autoridades, que deberían garantizar ese derecho, no lo hacen.


¿Violencia? De todo tipo. Tortura, humillaciones, custodios que se sienten dueños de los cuerpos, presos que ejercen poder sobre otros como si se tratara de una jerarquía salvaje. Las cárceles están gobernadas por reglas que nada tienen que ver con la ley.


Y afuera, la gente prejuzga. Señala. Habla de culpables como si la presunción de inocencia fuera un capricho. Hasta que les pasa cerca. Hasta que es su hermano, su pareja, su hijo. Entonces entienden.

Nos toca insistir, una y otra vez, en lo más básico: la justicia no puede ser selectiva. La humanidad tampoco.
Hombre recluido en un Penal
Hombre recluido

Identidad y dignidad en juego


 
 
 

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